Se trata de un conjunto de problemas mentales y
conductuales que forma parte de los trastornos del espectro sabiondo. La
persona afectada muestra dificultades para cerrar el pico cuando no sabe de lo
que habla, además de repetir como un loro aquello que dijo el profesor más guay
de primer año. Los usuarios afectados por este trastorno pueden adquirir comportamientos
estereotípicos como enumerar las propiedades de la marihuana, decir “fascista”
por lo menos tres veces al día, fumar tabaco de liar, comprarse una cámara
réflex, poner filtros de Instagram en todas sus fotos, comentar que somos un
país de pandereta, acudir a conciertos de bandas alternativas, hacerse veganos...
No obstante, puede darse la circunstancia de que no se presente alguna de estas
prácticas. En este caso, el afectado es portador del anticuerpo “odio las etiquetas”, por lo que su comportamiento es imprevisible y necesita
controlarse periódicamente.
El síndrome aparece en jóvenes de entre 18 y 26 años
que al cruzar por primera vez la puerta de una facultad creen haber entrado en
un periodo de madurez. El sujeto absorbe opiniones sobre infinidad de
temáticas, preferentemente de sus profesores más populares, y las incorpora a
su propio repertorio en un acto de fe. Cuando el creyente sale de su templo y
se relaciona con paganos (dícese de aquellos que son ajenos a los círculos
intelectuales) siente la necesidad de civilizar sus mentes y expandir su
conocimiento recién adquirido, aunque nadie le haya preguntado. Si encuentra oposición
apelará a la autoridad nombrando a una serie de autores que aún no se ha leído,
pero le suenan. Si su estrategia no funciona y se siente acorralado el sujeto
podría volverse peligroso, recordando que “aquí el universitario soy yo”. En el
caso de que haya otro trastornado en el mismo grupo con una opinión diferente
la batalla se resolverá en un duelo pabloiglesiano, es decir, tirando de expediente
académico.
Las personas que sufren el síndrome del
universitario no pueden llevar una vida normal, confunden la educación (instrucción
por medio de la acción docente) con el intelecto (capacidad de entender o
comprender). La memorización y la repetición son sus principales armas. Presuntamente
siempre tienen la razón, pero se desconoce por qué no la usan.
Los últimos estudios defienden la posibilidad de la
existencia de un virus responsable del síndrome del universitario. Algunos
expertos se niegan a aceptar que la humanidad roce tal grado de estupidez. Lo
que sí está demostrado es que cuanto más grave sea el estado del trastorno
menos posibilidades de recuperar el sentido común del individuo, por lo que se
precisa una pronta detección del síndrome.
No hay comentarios:
Publicar un comentario