Me
estoy jugando el cuello. Con cada palabra que añado a este post mi vida corre
serio peligro. Desde que abrí el blog la semana pasada he recibido varios mails
que no reproduciré aquí para no herir vuestra sensibilidad, pero esta mañana ha
llegado la gota que colma el vaso. Me disponía a salir para dar un paseo
revitalizador, cansado de vegetar todo el día en mi rincón de pensar, cuando
dos tipos y una mujer me han asediado en la puerta de casa al más puro estilo
de la mafia calabresa. Uno de los hombres lucía un ridículo bigotillo y el pelo
despeinado e iba enguantado en un minúsculo chaleco, todo rematado con un toque
de pajarita muy casual. El otro maromo, a camisa de cuadros, tenía la barba de un
indigente bien aseado y el pelo largo recogido bajo un estúpido y anticuado sombrero.
La chavala de la discordia era un collage de tatuajes con malas pulgas y gafas
de secretaria sexy, una Rottenmeyer actualizada. Tres blogueros que pretendían
el cierre de El Tabernario. Querían recordarme que la bitácora digital es
tierra de modernos.
El
primer hipster firmaba un espacio similar a este. Sin embargo, su anecdotario
era pródigo en experiencias sexuales dignas de Marc Ostarcevic: relaciones
abiertas, tríos, swingers, orgías… No había misterios para este Casanova. En
cambio la última gran azaña sexual de un servidor, el hombre de las
tabernas, consistió en insensibilizar mi mano izquierda y cerrar los ojos para
simular que me hacían una paja. El tipo me culpó de ensuciar la imagen de los
egobloggers. Le miré detenidamente y lo comprendí todo. El chaval era
extremadamente delgaducho, posiblemente por todas las veces que le robaron el
bocadillo en el recreo. Seguro que pasó una adolescencia complicada: incomprendido,
demasiado maduro para su edad, sensible, de aire distraído y mirada soñadora,
ávido lector de poesía, ignorado por las niñatas y golpeado por la envidia y
los puños de sus compañeros… Había nacido para el universo teen de
una película indie americana, pero le tocó sobrevivir en un pueblucho de
paletos del sur de Madrid. Ahora es un triunfador, se lo rifan las dependientas
del Starbucks y las muchachas bohemias de Malasaña dejan un rastro de flujo
vaginal a su paso cuando leen su blog. Es su momento, ¿quién soy yo para
arrebatárselo?
"Te voy a follar y lo sabes".
El tipo
barbudo parecía encantado de haberse conocido. Normal. Es una eminencia en Favstar
gracias a su capacidad para hacer reflexionar a las masas en ciento cuarenta
caracteres. Con frases célebres como “el éxito llega cuando tus sueños superan
a tus excusas” o “no se trata de ser mejor que otra persona, se trata de ser
mejor de lo que eras tú mismo el día anterior” (no son de su cosecha, pero
reciclar también es un arte), este chico es un auténtico gurú para los emprendedores
y un guía espiritual para los tuiteros. Es un hombre independiente, vive en una
pequeña habitación de Lavapiés y se desplaza en una bicicleta vintage a todas
partes cada día de la semana excepto el domingo, que sube a Majadahonda en autobús para recibir la paga de papá. También
tiene un grupo de jazz fusión, y en su blog recoge fondos mediante crowdfunding
para grabar su primera maqueta, lejos de
la tiranía de las grandes discográficas, porque está en contra del capitalismo
(y no porque a ninguna le interese su música). No trabaja por el mismo motivo,
prefiere concentrarse en su autocomplaciente público. En definitiva, un excelso
erudito sin parangón. En cambio, yo vivo en un barrio residencial de chalets
con mis padres, salgo de fiesta a ritmo de la Ke Buena y escribo por no dormir
doce horas al día y pelármela el resto del tiempo. ¿Qué demonios hago yo en
esta tierra de modernos?
El barbas con el pelo suelto.
Por
último hablaré de la Rottenmeyer, muy guapa por cierto. Estaba profundamente
indignada por mi primer post, lo consideraba denigrante para la mujer. Me habló
de algo llamado (hetero)patriarcado, del falocentrismo, utilizó un montón de
palabras que desconocía por completo pero que me parecieron maravillosas, así
que la invité a tomar un café. Ella me acuchilló con la mirada y me preguntó si
no había entendido nada de lo que me había explicado, y entonces me nombró
varios de sus artículos para apoyar sus propias ideas. Y yo mientras eché
un vistazo furtivo a sus tetas. Completamente exaltada, elaboró una teoría
acerca de un virus machista que había enfermado a nuestra sociedad y que se
había propagado a través de los estereotipos del porno convencional. Yo insistí
en que me estaba poniendo cachondo y quería correrme en sus gafas de pasta. Ella
me tumbó en el suelo de un bofetón y continuó dándome patadas en las costillas,
y yo no dejaba de imaginármela vestida de cuero y con un flagelo en la mano,
castigándome por ser un chico malo. A pesar de todo una parte de su mensaje sí
que me llegó: ¿debería dejar El Tabernario?
Por si
no os habías dado cuenta todavía, tomad deus ex machina para cerrar el post
porque todo fue un mal sueño de Resines. No voy a dejar esto por el momento,
necesito reivindicar la figura del hombre tabernario en este digimundo de modernos.
Pero si alguna feminazi quiere pasarse por mi casa para explicarme
detenidamente su profundo análisis sobre esta sociedad machista la escucharé
sin problemas. Mientras, elucubraré alguna fantasía sexual que nos implique a
ella, a mí y a un Doberman… Por salirme de los clichés del porno convencional, vaya.
"Okis".
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