sábado, 17 de octubre de 2015

La despedida

Como creativo, me gustaría poder contar que El Tabernario se inspiró en ese fiel parroquiano que acoge todo bar que se precie. Ese señor que todos los días acude a la misma barra, se sienta en el mismo taburete y pide lo mismo de siempre; ese tipo que ojea las páginas del MARCA cuando piensa que nadie le mira y que deleita con sus desventuras a quien le presta un poco de atención. 

Como emprendedor, querría sostener que El Tabernario pretendía trasladar esta entrañable figura a las redes, entretener a los visitantes del blog con historietas y opiniones ficticias aderezadas con una pizca de mí y, sobre todo, grandes dosis de humor. La divagación era la piedra angular de mi proyecto; en la falta de un propósito residía el atractivo, o al menos eso me pareció.

Como escritor, debería revelar que El Tabernario surgió como un campo de pruebas, un territorio yermo en el que ejercitar mi cerebro y agilizar mis dedos; un lugar transitado por unos cuantos, suficientes para poder divertirme un rato pero no tantos como para incomodarme. El Tabernario era ideal para salir a jugar, pero también para disparar sin herir a nadie.

Como ser humano, El Tabernario es el reflejo de un hombre perdido. Echo la vista atrás, releo todo lo aquí escrito y me asusto. No se trata del contenido de las escasas entradas publicadas, sino del conjunto de todas ellas: este blog es un caos, un producto desorganizado, un sinsentido escupido por un individuo con la boca muy sucia y la cabeza hecha un lío.

El Tabernario nació y creció en un mal momento personal, como se puede apreciar en algún que otro post; uno de esos que cuesta tanto superar que comienzan llevándote al delirio, luego te arrastran al fondo de un pozo y terminan aislándote, tanto que terminas perdiendo la noción del tiempo y la consideración de los que te rodean. Ha llegado la hora de la rehabilitación.

No hay droga más adictiva que la nostalgia, nada es más peligroso que chutarse los recuerdos de un tiempo mejor cuando sufres un ataque de melancolía; cuando la tristeza se vuelve crónica tiene difícil solución. Entonces intentas olvidar... y cuando descubres que no es posible buscas distracciones a todas horas... y cuando te aburres del mundo desfalleces... y al final dejas la vida pasar.

Hay que poner las cosas en orden.

Yo he decidido apoyarme en mis fracasos (en los profesionales y en los sentimentales) y levantarme. Con calma, para evitar mareos. Intentaré arreglar lo que pueda, y lo que ya esté roto... pues no tendré más remedio que dejarlo atrás. Después de darle muchas vueltas he tomado una decisión: cerrar esta etapa para dar comienzo a una nueva.

Ha llegado la hora de ponerle punto y final a El Tabernario. Creo que es justo despedirme de quienes habéis sido testigos del amanecer y también del ocaso de este blog. No fui capaz de mantener mi compromiso con vosotros, lo siento. Trataré de comprometerme mucho más con mi público en próximas aventuras para que nuestra ruptura no haya sido en balde. Gracias a todos, de corazón. 

Chinchín.

8 comentarios:

  1. Mucho ánimo y entrega en la siguiente etapa, teniendo en orden la cabeza el trabajo irá en consonancia. Te seguiremos la pista.

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  2. Jo pues ya me fastidia, ya…

    Confiésole que aguardaba pacientemente el término de sus estudios de filología hispánica para que así me pudiera ofrecer mi contestación a tan intricada cuestión con la que osé a interrumpir en esta taberna pero, sobre todo, con la esperanza de tener la oportunidad de volver a deleitar sus divagaciones.

    Sinceramente, me entristece su cierre y confío que esta nueva etapa a la que da comienzo sea más satisfactoria y, muchísimo más, vivificante que la que cierra.

    Si no es mucha impertinencia por mi parte, le solicito que continúe escribiendo donde quiera esté y le agradecería que así me lo hiciera saber.

    Qué todo le vaya mejor que bien.

    Un abrazo.

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    1. No se preocupe, no me voy a olvidar de quienes un día se acercaron a la barra y me prestaron un poco de su atención. Estoy escribiendo como un loco, vivo para contar historias. Dentro de unos meses usted y el resto de parroquianos tendrán noticias mías, serán los primeros en recibir mis nuevas, especialmente usted.

      Siempre suyo.

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  3. Pues vaya: la taberna cerrada; la abadesa, tan entre conventos que ni se le ve; La catilinaria aur revoir. ¡Si es que me dejáis solo!

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    1. Seguiremos presentando batalla, aunque cambiemos de trinchera.

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    2. Esperemos recuperarnos todos Sr. Tabernario. Creo, que es un verbo muy apropiado para una abadesita como yo, que sacaremos lo mejor de lo peor. No todo dura eternamente, esas son leyendas urbanas o rurales, pero leyendas. Espero reencontrarme con usted y nos echemos unos tequilas, en su defecto, un buen vino francés...
      Siempre suya, donde quiera que se halle, La Abadesa

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    3. Con la felicidad me pasa como con Dios, no niego su existencia pero sencillamente no la entiendo. Pero soy un soñador, querida Abadesa, y tarde o temprano me recuperaré, y todos lo haréis también, porque lo mejor está por venir.

      Ya ve, desde que soy abstemio tiro de ideas universales propias de manual de autoayuda. No me vendrían mal unos tequilas; el vino francés debe usted degustarlo con quien sepa apreciarlo, pues tengo el paladar acartonado de ingerir veneno en las peores tascas.

      Ya no frecuento demasiado este local, pero pregunte por mí; el tabernero me pasará la nota. Así lo haré yo en su convento, y si no tiene un José Cuervo a mano me conformaré con unas pastas.

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  4. Hola, me llamo Adrián Matías y sí, yo era El Tabernario. Tras una larga rehabilitación vuelvo a dar señales de vida.

    Acabo de inaugurar mi blog personal y, como lo prometido es deuda, regreso de entre los muertos para invitaros a mi humilde morada.

    Siempre seréis bien recibidos en https://adrianmatias.wordpress.com

    Siempre vuestro.

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